El decimocuarto martes: Nos decimos adiós.
El viejo profesor ya se pasaba una buena parte del día durmiendo hasta las 10 de la mañana, cosa que no era propio de él, nunca le había gustado dormir. Ya había llegado al punto de tener que tomar morfina para aliviar el dolor. Mitch le trajo sopa, tartas de verdura y ensalada de atún, aun sabiendo que llevaba meses enteros sin masticar comida como aquella, pero se había convertido en una pequeña tradición, porque a veces cuando estás perdiendo a alguien, te aferras a la tradición que puedes. Mitch le frotó la piel flácida, le acarició el pelo, le puso la palma de la mano sobre el rostro y sintió los huesos próximos a la carne y las lágrimas húmedas y minúsculas, como si salieran de un cuentagotas. Graduación. El viejo profesor murió un sábado por la mañana, había entrado en coma dos días después de la última visita de Mitch, aún aguantó una dura tarde, una noche oscura, fue el cuatro de noviembre, cuando sus seres queridos habían salido un momento de la habitación, dejó de respirar