El quinto martes: Hablamos de la familia.

 


Era la primera semana de septiembre, la semana de la vuelta a clases. Boston estaba abarrotado de estudiantes que aparcaban en doble fila en las calles, que descargaban sus equipajes.


Para grabar sus conversaciones, habían descartado los micrófonos de mano, porque al viejo profesor le costaba demasiado trabajo sujetar algo durante tanto tiempo. Entonces empezaron a usar los miniatura.


Naturalmente, como el viejo profesor solo llevaba camisas de algodón blando que le caían sueltas sobre su cuerpo que se encogía cada vez más, el micrófono se hundía y se agitaba. Entonces Mitch se tenía que acercar a ajustarlo con frecuencia. 
Cuando Mitch se inclinaba sobre él, oía su respiración trabajosa y su tos débil.


El viejo profesor tenía fotos en las estanterías de niño con su abuela, con su hermano David, con su mujer Charlotte, con sus dos hijos Rob, periodista en Tokio y Jon, informático en Boston.

El viejo profesor llama "la seguridad espiritual" de uno a saber que tu familia estará velando por ti y lo echó tanto en falta cuando se murió su madre.


Al viejo profesor, al recordar que iba a dejar a sus hijos muy pronto se le cayó la primera lágrima por su mejilla.

En un invierno de la infancia de Mitch, en una cuesta cubierta de nieve del barrio de las afueras, su hermano y él iban en trineo, el hermano arriba y él debajo. De repente salió un coche y Mitch y su hermano se tiraron rodando como troncos, con sus anoraks con capucha, por la nieve húmeda y fría, chillando, teniendo hormigueos de miedo, dando vueltas y más vueltas, viendo el mundo del revés. Al final dejaron de rodar, recobraron el aliento y se limpiaron de la cara la nieve que les goteaba.


Ahora, para finalizar, voy a contar dos experiencias en mi infancia que tienen que ver bastante con la anécdota de Mitch y su hermano. Yo he ido a la nieve solo una vez en mi vida y también me tiré con mi padre por una cuesta con una especie de trineo, pero bastante cutre la verdad.


Y la otra que tiene que ver menos pero es algo bastante parecido es que en la cena de la falla ponían castillos hinchables para que jugaran y saltaran los niños. Mi prima ya estaba dentro de uno y a mi me daba miedo (siempre he sido una "cobardica" para hacer las cosas), pero justamente cuando me decidí a entrar, el castillo hinchable empezó a rodar con mi prima, con más niños y conmigo dentro. La suerte fue que pudo parar gracias al casal que le impedía seguir rodando, pero lo recuerdo todo muy oscuro, con un montón de niños chillando y encima de mi.












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