El segundo martes: Hablamos del sentido de lástima por uno mismo.
Mitch volvió al martes siguiente y durante muchos martes sucesivos, esperaba aquellas visitas más de lo que cabría suponer, porque cuando visitaba al viejo profesor le parecía haber dado un salto en el tiempo, y él se apreciaba más a sí mismo cuando estaba allí. Sus visitas al viejo profesor le parecían un baño purificador de amabilidad humana porque hablaban de la vida, del amor y de uno de los temas favoritos del viejo profesor, la compasión, y de por qué nuestra sociedad tenía tanta carencia de ella. Antes de visitarle, Mitch se pasó por un supermercado llamado Pan y Circo porque vio bolsas de ese supermercado en casa del viejo profesor. Se cargó de fideos con verduras, sopa de zanahoria y
👇Entonces el viejo profesor le llamó "el hombre de la comida" poniendo los ojos en blanco y sonriendo. Mientras tanto Mitch buscaba indicios del avance de la enfermedad. Los dedos le funcionaban lo suficiente como para que pudiera escribir con lápiz o coger las gafas, pero solo era capaz de levantar los brazos hasta poco más arriba del pecho.
Después de que Connie llevara al viejo profesor al baño le pregunta si quería que le pusiera él en el sillón reclinable y Connie le enseñó cómo hacerlo. El viejo profesor era en su mayor parte un peso muerto, y sintió que su cabeza rebotaba suavemente sobre su hombro y que su cuerpo caía flácido sobre el suyo como una hogaza grande y mojada.
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